El lado invisible de la sostenibilidad: salud mental, burnout activista y la presión por conseguir el impacto social

*PR mentor, content hacker e storyteller I Opinión Impulso Empresas2030
Cuando hablamos de sostenibilidad, solemos pensar en ecoturismo, reciclaje, energías limpias, economía circular o igualdad de género, mientras que, en esta narrativa, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se posicionan como una hoja de ruta para transformar el mundo.
Sin embargo, en ese camino ambicioso y profundamente humano, hay una dimensión que rara vez se nombra: la salud física y mental de quienes impulsan y sostienen socioambientales.
Detrás de cada programa social, de cada iniciativa ambiental, de cada campaña por la equidad, hay personas comprometidas, apasionadas… y muchas veces exhaustas. Gente que dedica su vida a cuidar el planeta, a reducir desigualdades o a transformar sistemas injustos, pero que con frecuencia descuidan su propia salud física y emocional en el proceso.
Este es el lado invisible de la sostenibilidad. El que no se mide en reportes de impacto ni se reporta en indicadores clave de desempeño, pero que afecta profundamente la capacidad de seguir generando cambios a mediano y largo plazo.
El agotamiento detrás del propósito
Muchos activistas, emprendedores sociales, líderes comunitarios y trabajadores del tercer sector (ONGs y voluntariado), enfrentan lo que hoy se conoce como burnout activista: una forma de desgaste físico, emocional y mental provocada por la exposición constante a problemas estructurales, urgencias sociales o crisis ambientales que parecen interminables.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, el 75% de los mexicanos que realizan alguna actividad profesional presentan burnout. Además, el organismo señala que México ocupa la primera posición en número de casos con este síndrome de desgaste profesional.
A esto se suma la presión por generar resultados tangibles en materia ambiental, social y de gobernanza (ASG), justificar presupuestos, cumplir con reportes y ser referentes éticos en todo momento. Y si bien el propósito es lo que impulsa, también puede volverse un peso, porque cuando sientes que el mundo depende de tu lucha, el descanso se vive como una traición y el fracaso como una culpa personal.
El resultado: ansiedad, insomnio, frustración crónica, sensación de insuficiencia e incluso abandono de las causas ASG. Personas que comenzaron llenas de energía, terminaron desilusionadas o rotas. Todo esto ocurre en silencio, porque pedir ayuda puede percibirse como debilidad o falta de compromiso.
Autocuidado como acto político y ético
Frente a este panorama, es urgente replantear el paradigma de que la sostenibilidad no puede estar completa si las personas que la impulsan no están bien. Y eso implica incorporar el autocuidado, la salud mental y el desarrollo personal como ejes centrales en cualquier estrategia de impacto.
Cuidarse no es egoísmo, sino sostenibilidad emocional y entender que no puedes cuidar el planeta si no cuidas tu cuerpo y tu mente. Además, no puedes construir comunidad o inspirar a otras personas si estás aislado por el estrés.
La resiliencia de gente impulsora del cambio sostenible no se basa en resistirlo todo, sino en reconocer los límites, pedir apoyo, construir redes seguras y normalizar el descanso como parte del trabajo transformador.
Por otra parte, las organizaciones que trabajan por los ODS deben tomar conciencia de este desafío y actuar en consecuencia. Eso implica crear culturas de trabajo donde se valore el equilibrio, se fomente la empatía y se proteja la salud emocional de sus equipos.
Desde ofrecer acompañamiento psicológico, hasta capacitar líderes en inteligencia emocional, establecer pausas activas, normalizar las conversaciones sobre estrés o establecer límites saludables ante la hiperproductividad social.
De la misma manera en que promovemos una economía regenerativa, necesitamos entornos laborales regenerativos, donde el bienestar no sea un lujo, sino una prioridad.
Sin duda, el llamado a construir un mundo más justo y sustentable sigue en pie, pero no podemos hacerlo a costa de nosotros mismos. Las causas necesitan personas sanas, motivadas y emocionalmente sostenibles para resistir y persistir.
La sostenibilidad tiene que dejar de ser solo técnica o ambiental. Tiene que ser también humana, íntima, emocional y compasiva, así como incluir espacios de pausa, escucha activa, reflexión y acompañamiento para cuidar a quienes cuidan el entorno.
Solo así podremos avanzar hacia una sostenibilidad que no solo se vea bien en los reportes, sino que se sienta bien en el cuerpo, en la mente y en el alma de los agentes de cambio ASG.