La Muta: el liderazgo primitivo que las empresas modernas necesitan recordar

*Consejero Director de la Asociación de Profesionales de Desarrollo Organizacional. Socio Director de ExcelenDO Consultores y Profesor del ITAM en Programas de Desarrollo Ejecutivo.
Cuando Elías Canetti publicó Masa y Poder tras 35 años de trabajo, quizá no imaginó que su concepto de la “Muta” terminaría resonando en un mundo donde las juntas de directorio sustituyeron a los círculos alrededor del fuego. Y, sin embargo, aquí estamos: en pleno siglo XXI, hablando de sostenibilidad, innovación y competitividad empresarial, pero regresando —sin saberlo— a la misma fórmula que usaban nuestros antepasados cazadores para sobrevivir.

La Muta es mucho más que un grupo. Es un organismo vivo que se mueve unido, excitado por un objetivo común. En ella nadie se cree más que otro, porque todos saben que, si uno falla, la caza se pierde. Y, al mismo tiempo, todos reconocen la necesidad de un líder que inspire, que señale la dirección con un gesto mínimo, que mantenga la esperanza encendida cuando la presa parece inalcanzable.
¿No es acaso lo mismo que exigimos de un CEO en un entorno de mercado tan vasto y cambiante como una sabana primitiva?
La Muta de Caza, la más ancestral según Canetti, perseguía una presa esquiva que aparecía y desaparecía del horizonte. Lo mismo sucede hoy con los objetivos empresariales: sostenibilidad real, innovación disruptiva, crecimiento rentable. Esos desafíos se escapan con facilidad si el equipo se dispersa. La concentración, la constancia y la astucia son tan necesarias ahora como lo fueron hace 50,000 años.
La empresa contemporánea que olvida esa lección se convierte en un grupo fragmentado: mucha jerga corporativa, poca energía compartida. Por el contrario, cuando las organizaciones logran encender el “fuego de la Muta”, algo extraordinario ocurre: la motivación se multiplica, la confianza fluye y la intensidad colectiva suple la falta de recursos o de densidad.
Lo fascinante es que los modelos de liderazgo más modernos no hacen sino confirmar este eco ancestral. Kouzes y Posner, en The Leadership Challenge, hablan de líderes que movilizan a otros hacia aspiraciones compartidas, que inspiran con una visión común, que celebran logros y, sobre todo, que generan confianza. ¿No es exactamente lo que hacía el líder de la Muta al repartir la presa después de la caza? El reparto no era sólo alimento; era el recordatorio de que la unidad había valido la pena, de que seguir juntos tenía sentido.
Hoy, las empresas enfrentan un dilema muy parecido: o logran cohesionar a sus equipos alrededor de un propósito —más allá del sueldo, más allá de las métricas trimestrales—, o se desgastan en carreras individuales que erosionan cualquier posibilidad de futuro sostenible. La pregunta clave no es si un colaborador puede hacer más dinero en otra compañía, sino si aquí encuentra un fuego alrededor del cual valga la pena reunirse.
El mito de que el liderazgo es exclusivo de unos pocos elegidos es, quizá, uno de los más dañinos que arrastramos. En la Muta, el liderazgo podía rotar: cualquiera que mostrara valor en la cacería podía encabezar el ataque. El líder original recuperaba su lugar si demostraba resiliencia, pero siempre con el reconocimiento de la tribu. Esa flexibilidad es lo que mantiene vivo el espíritu colectivo. Y en la empresa contemporánea, reconocer que el liderazgo puede y debe distribuirse es la única manera de mantener el entusiasmo, la innovación y la confianza.
Al final, lo que nos dice la historia —y la antropología— es que liderar no es mandar, es encender una energía común. Ni la inteligencia artificial, ni la hiperconectividad, ni los organigramas digitales han cambiado esa verdad. Lo que mueve al ser humano sigue siendo el mismo instinto de supervivencia colectiva.
El liderazgo no es moda pasajera. Es la médula de nuestra especie. Lo fue cuando perseguíamos presas imposibles y lo es hoy cuando perseguimos metas de sostenibilidad, justicia social y rentabilidad con propósito. La pregunta es simple: ¿su empresa opera como una Muta o como un grupo de individuos dispersos? Porque de esa respuesta depende, en gran medida, quién seguirá cazando en el 2030 y quién quedará reducido a polvo y viento.