Consumo responsable: catalizador de cadenas de valor regenerativas

*Experta en sostenibilidad I Opinión Impulso Empresas2030
En un mundo marcado por el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la creciente presión sobre los recursos naturales, el consumo responsable juega un papel central en la transición hacia modelos de producción más sostenibles. Ya no se trata solo de ofrecer productos “verdes” en los estantes, sino de transformar toda la cadena de valor: desde cómo se cultiva un ingrediente, cómo se transforma, se transporta y se presenta al consumidor.
Cada decisión de compra cuenta, y los consumidores lo saben. En México, según el estudio reciente Who Cares, Who Does realizado por Kantar, más del 70% de los compradores estaría dispuesto a elegir productos sustentables si contara con información clara sobre su impacto ambiental y social. Esta expectativa creciente ha llevado a las empresas a repensar sus modelos de negocio: integrar criterios de sustentabilidad ya no es una ventaja competitiva, es una exigencia del mercado.
Los productos de origen responsable —como café certificado, cacao cultivado de forma sostenible, pescado con trazabilidad o frutas y verduras provenientes de sistemas regenerativos— son ejemplos de cómo se puede reducir la huella ambiental, proteger ecosistemas y mejorar los ingresos de comunidades productoras. Certificaciones como Rainforest Alliance, Fairtrade, MSC u orgánico ofrecen garantías mínimas, pero también abren la conversación sobre prácticas más profundas y transformadoras.
Porque la sustentabilidad no debería limitarse a ser un atributo del producto. El verdadero desafío está en fomentar cadenas de valor regenerativas, donde los suelos se restauran, los ecosistemas se regeneran, las emisiones se reducen y el valor económico se distribuye de forma más equitativa. En este contexto, las empresas pueden convertirse en plataformas de cambio sistémico: promoviendo prácticas agrícolas sustentables, eliminando desperdicios a través de la economía circular y reduciendo su huella de carbono en toda la cadena.
Invertir en estos modelos regenerativos no solo responde a la urgencia ambiental, también representa una oportunidad tangible de negocio. Mejora la resiliencia de las cadenas de suministro, fortalece la relación con los clientes y reduce riesgos regulatorios y reputacionales. En un entorno cada vez más volátil, construir confianza y trazabilidad es una ventaja estratégica.
El consumo responsable, entendido como una práctica informada y consciente, es también una forma cotidiana de activismo. Cada peso que gastamos es un voto por el tipo de agricultura, economía y sociedad que queremos impulsar. Implica reconocer el origen de los alimentos, cómo fueron producidos, quién los cultivó y bajo qué condiciones.
Fomentar cadenas regenerativas desde el consumo es apostar por un futuro donde producir y consumir no signifique destruir. Es alinear salud, economía y justicia social. Porque al final del día, lo que comemos —y cómo se produce— define mucho más que nuestro bienestar individual: define el mundo que estamos construyendo juntos.